21 noviembre 2008

Ese defecto que va desapareciendo con los años

otra de Granda



La droga


La más inofensiva,

la más sana,

la que nunca produjo salpullido a nadie;

la que hasta ahora que yo sepa

a nadie le ha pasmado la alegría;

la pájara,

la pajarita

que nos hizo volar sin ser aviones;

la que a mansalva nos hizo sudar miel,

quedar absortos

hasta sacar en conclusión

que el mundo lo teníamos cogido

como a una lagartija por el rabo.

Ese licor,

o si usted lo prefiere

esa licora

que nos hizo espumear sin ser cerveza,

que nos hizo calor en pleno frío.

La rica,

la pura gozadera

que no daba adicción

ni efecto de rebote

ni sueño dependencia

y así todo al respecto.

La bizca,

la bizcacha,

la tuerta,

la tuertacha

que nos hacía ver todo bonito y de colores

Esa descabellada primavera,

ese frescor sin nombre,

ese aroma sin cara,

esa borracha borrachera

que nos exacerbaba el apetito

para que devoráramos las fechas y las calles.

Esa droga, ese placebo

que no era cocaína,

ni peyote, ni crak, ni L.S.D. ni marihuana;

esa droga que en nada coincidía con un ave

y sin embargo era más ave

que las aves.

Esa destartalada,

esa chúcara fruta

que nos hacía sufrir delirios de grandeza,

alucinaciones, vahídos

y sin embargo teníamos

Más salud que los toros.

Esa recontramuerta,

esa enterrada viva droga de la juventud.