27 marzo 2009

El poncho de Frida

En su mente ya había un boceto de horror. Pero no entendí ni pico. ¿De qué lado estás?
En fin. Estás limpio, pero te cubres la cara con algo de barro para parecer diferente, ni siquiera para igualarte al resto, a nosotros, los cara-sucia, sino para alejarte hacia el otro extremo, ese que te exige un poco más de 'esto' para estar allí y que, sin embargo, siempre debiste haber tenido la cara limpia alguna vez, ojalá con mechitas rubias.
Es como comer pan con jamón por 17 años.
"No quieras ocultar que has pasado sin tropezar", pero tampoco trates de sacarle provecho ostentado que eso te evitó las trancas y te creó inteligencia emocional y te ayudó a ser feliz y a ayudar a serlo. No te llenes la boca con filosofía cara porque te estás endeudando, porque te estás consumiendo, porque vas a mil por hora y en esa curva -que yo ya la pasé pero nunca lo reconocerás- te puedes sacar la cresta.
¿Te acuerdas de esa casa fea que no era más que la casa más linda?
Bien, acuérdate que ya no creo en las casas.

(No es lo mismo arte que hartar)

http://masielzagal.blogspot.com/2008/10/desconfianza.html

21 marzo 2009

cuando fuimos...

Sí, algo así era él. Idealmente un weón entre los estúpidos, pero un weón con cerebro. Sí, algo así seguía siendo desde hacía ya un par de años. Era, para ser franca, un semi-dios, como ese que trajo el fuego a los mortales, como ese que les trajo la luz a los mortales. Pero no fue condenado a que los buitres le comieran las entrañas. Su condena fue peor: quedarse entre ellos. Entre buitres y mortales. Entre buitres con corbatas, mortales que creyeron vivir para siempre.
Entonces, sí, era algo así. Un semi-dios, semi desnudo, semi haraposo, pero reluciente, potente, omnipotente, sublime.
Y yo: algo así como el resultado de la mezcla entre un buitre y un mortal.
Y llegó a pasar lo siguiente.
Yo, casi como una perra faldera, sabiendo todo lo que resplandecía ese semi-dios, trataba de seguirlo a donde iba, de llegar hasta donde él llegaba, de hablar de las cosas que él hablaba y hasta escuchar la música que él oía. Entonces, llegó a pasar lo siguiente: lo seguí hasta ese rincón escondido donde pocos llegaban, donde a veces se realizaban juntas de semi-dioses, donde se analizaban y cuestionaban a los verdaderos dioses, donde se mentía con la verdad y se tergiversaba la mentira. Fue ahí, en ese rincón, donde empezó a hacer señas con los pies, cuando, aplastando con el zapato una piedrecilla, empezó a escribir, a dibujar, a enviar señales, a decirme cosas.
Y me confundí.
¿Sería para mí? Para él, para ella, para nosotros. Pero caracterizaba, como sin querer, lo que sólo él sabía de mí.
Y llegué a comprender un par de cosas. Y llegué a alucinar ese par de cosas.
Él, casi como un perro faldero, me seguía a donde iba, llegaba hasta donde llegaba yo, hablaba de lo que yo hablaba y hasta escuchaba la música que yo oía. Me seguía a mis rincones y hasta creía que yo había traído el fuego a los mortales.
Pero ya estaba mimetizada. La amalgama se había consumido.

20 marzo 2009

ese octubre

Era un octubre de junio, un octubre cerrado. Era un octubre con alambre púas, con palos afilados, con agüita de ruda. Era un octubre con dolores ficticios y sugestiones, con silencios y secretos atroces, con culpa e infierno, con nunca más volver a verlo. Y ella que ya lo había perdido todo, o eso era lo que pensaba. Y a ella que la felicidad se le cayó de seis metros y creyó que jamás pasaría algo peor.
Pero llegó octubre.
Era octubre con gusanos, con algo más fuerte que el mismo dios; era octubre y el peor de los pecados, octubre con su madre y sin su hermano.
Un octubre similar al de hace dos años, pero más truncado, más agónico, medio muerto, a un paso de no haber existido. Octubre sin él, a quien jamás volvería a ver. Era octubre con tres semanas y con sangre de por medio, de por miedo, mucho miedo.
Era un octubre con amenazas de cárcel e infierno, de fuego consumidor, con la amenaza de no volver a verlo y eso era lo peor.
Y ella soñó que serían tres y ella no quería. Y ella dijo irresponsable y ella dijo no has vivido. Y ella dijo tontorrona y ella dijo pobre madre. Y ella no dijo nada y ella dijo es mi hermana. Pero todos querían decir y octubre no permitía palabras, sólo cuatro pastillas y agüita de ruda. Mucha agüita de ruda. Y era octubre para ella sola, para su silencio, para su agonía, octubre con lágrimas fugaces y la voz de no tiene que importarnos, es sólo un gusano. Pero octubre se imponía con amenaza de desmayos, de cumpleaños-feliz, de una separación eterna, de nunca más volver a verlo.
Corre, toma café-con-coca-cola, toma agüita de ruda, agüita de perejil, o albahaca u orégano, corre mucho, con receta médica, un palo afilado amarrado a la pierna, tres pastillas. No, cuatro.
Pero octubre no esperaba la llegada de las manos, octubre no pensaba en los gusanos ni en el dolor ni en los seis metros. Octubre tenía tres semanas pero mañana sería un día más. Y qué sería de ella con sus líneas azul y roja. Pero no existía otro camino, se había borrado con los pies, lo habían borrado las huellas de sus propios pasos en un octubre anterior.

02 marzo 2009

Arenas movedizas

Todo anda perfectamente mal.
Bien, qué más da. Tengo lo que debería desear.
Bien, qué más da. El mundo no se resentirá por un nuevo paso en falso.
Por suerte que todavía sigo teniendo sed. Por suerte que me estoy volviendo loca por haberme negado a un polvo. Suerte la mía, de que me sigan doliendo los ojos y picando la espalda. Suerte que no me quede ningún puto cigarro mientras el encendedor, impaciente, hace tic-tac-tic-tac. Suerte-que-en-el-sur-haya-nacido y que todas las mañanas se me congelaran los piés, las manos y la nariz. Pero eso no me creó anticuerpo. Eso no me hizo inmune ante el cambio de los cambios. Eso no me hizo perder capacidad de asombro ante la muerte y ante la ausencia. Pero bien, qué más da. Si existe una sepultura y de vez en cuando hay que llevar Lilium o flores caras.
Hay que mejorar lo bueno.
¡Cuidado! Que en el próximo paso puedes pisar mierda, o doblarte un pié, o arruinar el juguete de un niño.
Él se fue, tú te fuiste, ellos se fueron. Yo me quedo, como siempre. Los cambios son siempre dentro del mismo metro cuadrado.
Pero vi gente sonreír esta mañana. Pero esta mañana vi gente sonriendo. Fila, espera, sueño, bulla. Y todos miraban arriba-y-cruzado: todos sonreían viendo la tele. Pocas veces en mi vida he visto un cuadro más conmovedor.
Y este verano, que debió haber sido naranja, terminó siendo limón.
Estoy mal, pero, probablemente, cuando el pececito furioso me muerda la cara, se me olvide por un rato.
.....
Y, no quiero volver a repetirlo... pero eso es lo que quiero.