02 febrero 2009

A esta hora de la noche....

Y quién iba a pensar que lo iba a ver así. Oscuro pero con luces. Tenebroso pero celestial. Silencioso pero con voces, con pasos, con risas, con tecleaderas. Blanco pero color tapiz (¿tapiz es un color?). No, color mate. Grande, pero igual chico. Pobre, pero independiente, digno y autosuficiente.
Don Pedro se pasea sin saber bien a dónde va. 'Prendo la luz o no?'. 'Ya', contesta la Anita con su fina voz inalterable. Yo me levanto a entregarle unas entradas para el circo conseguidas deshonestamente para la tía Cecy. 'Ya, mi niña, gracias', dice, y continúa con su conversación por chat allá, en ese espacio que no es oficina donde ella, siempre con una sonrisa, atiende a los a veces no tan bienvenidos visitantes. Todos, hombres y mujeres, quedan enamorados de ella.
Alfredo habla rápidamente, disléxicamente, dándole indicaciones sobre unas fotos a la Anita. Luego se va, despidiéndose de cada uno. Es el único caballero que ha pasado por el diario. Don Arturo salió y tal vez, para bien de todos, no vuelva por ahora. Fue a su casa a escuchar bossa nova, a recordar el concierto, a celebrar que a mí me haya gustado Yin-Yin, 'música para intelectuales', dijo.
Afiches de la cuaresma de abril del año pasado (estamos en febrero, sólo aquí pasa eso), un archivo de diarios viejos, una luz que se apagó sola (están penando), la maquina de coser (uno de los 5 únicos ejemplares de Chile), un baúl, un globo terráqueo, otra cosa insignificante. Computadores, impresoras, scaners, fax, cuadros, cuadros, cuadros. Arte y literatura por todos los rincones. Se prende la luz (siguen penando). El silencio no pesa, se siguen escuchando tecleaderas: la Anita trabaja, la tía Cecy chatea, yo escribo huevadas. El sentimiento, una mirada, un pensamiento, la esperanza, la sabiduría decoran el final. Me quedo con sabiduría. Me quedo con los cinco años que me han arrojado mucho más que experiencias.
Me quedo.

Sí, me quedo en el Diario.

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