30 enero 2009

La cara seca, el sueño fruncido (ceño fruncido), la mandíbula dolorosa, los ojos morados, azules como la angustia, como el arrepentimiento (como el arrepentitiempo), como el haber entregado algo valioso y quedar con la mano estirada. Nadie recibió nada, nadie miró siquiera.
Con las piernas con dolor por el en cuatro, por el abajo, por el arriba. Sí, por eso.
Y la comesura de los labios tiesas por la saliva seca, los labios mismos partidos, con gusto a sangre, a salsa de soya, a salsa de ajo, a sudor de tu piel. A tu piel.
Queda un cigarro. El vuelto te lo quedaste tú.
Con los ojos con más que cansancio, con un poco de furia, de esa que dijiste que hay menos en el infierno que en los ojos de una mujer. Una mujer des-pechada. Nunca tuve tantos pechos. Soy de senos precarios.
Y la lengua con gusto a tabaco, eso no lo sé, lo presiento. Sé pocas cosas y me siento menos que eso. Me siento poca-cosa, pero más-persona. Aunque se haya frustrado un orgasmo que pudo haber sido multiorgásmico. Aunque se haya pasado la hora sin darnos las 10 ni las 11, las 12 ni la una ni las 2 ni las 3. Sin que desnudos al anochecer nos haya encontrado la luna. Aunque haya sido la copiloto de una conversación superficial, de una lengua trabada, de una traba lenguada. Aunque no haya cobrado.
Con la panza suelta, con estrías que de tan atrevidas y burdas llegan a ser sexys, con una sangre de octubre que se subió a mi cerebro, con el cerebro de agosto que me bajó al ombligo, con las trancas de siempre, con las huidas de siempre. "Me voy, me vengo, no estoy, se fue, se vino, no está", Suena multiorgásmico y no es más que multicobardía.
No es más que nosotros dos en lo que nunca fueron 365 días multiplicados por 4 y divididos por cinco pololeos malhechos, 290 canas al aire, dos hijos, seis infidelides, unas cuantas revolcadas mutuas dignas de publicarlas en El Revolcón, cuatro universidades distintas y 35 llamadas telefónicas sin contestar.
No es más que nosotros dos no queriéndonos rendir para no quedar sin pan ni pedazo ni mermelada ni caviar ni vino tinto en caja. Para no quedarnos sin una noche de lluvia en medio de alaridos y reproches, de ojos en la ventana, de exhibición en la ventana.
Ahora sin ventanas y con alrededor de 365 días más, multiplicado por 2, que se dividirán por un sinfin de 'me voy, me vengo, no estoy, se fue, se vino, no está, ándate a la mierda y eso es lo que quiero".

26 enero 2009

La voz de mi Ladrón Honrado

No fue por eso que llegué a esa hora. Fue por lo otro. Sí, por esas señoras que se pelearon en la calle, cuando una, sin querer, le botó las bayas a la otra; y esa otra, con querer, de puro picada, le tiró la canasta con las bayas a la anterior. Y hasta las pisó, la muy puta, figúrese usted. Los señores también se pelearon, no por las bayas, los señores no cargan bayas, cargan dinero. A un señor se le cayó el dinero en la calle y otros dos lo vieron allí, babosearon al imaginarse ese montoncito de verdes en sus manos. Pero antes de tomarlos empezó la discusión 'no es tuyo', 'tuyo tampoco', 'yo lo vi primero', 'no, yo lo vi'. Llegó el guardia, figúrese usted, y dijo que ese dinero le corresponde al dueño. Salió a buscarlo, pero yo vi que el muy malparido se lo dejó para él.
Yo sólo los miré a la distancia, no me tenté ni con el dinero ni con las bayas. Todavía me quedaba una cañita de vino y más me vale eso que cien pájaros volando. Pero no fue por eso que llegué a esa hora.
Estaba pensado en lo inútil que puedo ser, en lo poco que puedo ser, en la carga que puedo ser. Nadie me quiere dar trabajo. Y le juro que he tratado de conseguírmelo, pero todos me miran mal, como la escoria misma, como lo peor de la podredumbre humana. Porque la humanidad también se pudre y entre ellos estoy yo. Ni porque llevo mi capotecito, que vale oro, me toman en cuenta.
Entonces me vine caminando tan triste por la pena por la rabia por el miedo por usted por llegar el momento en que no me soportará más por mi carga por mi hambre por mi sopa por mi cama por mi borrachera. Que usted dijo que la próxima vez dormiría en la escalera y qué le iba yo a hacer. Acomodé mi cabeza sobre el capotecito doblado sobre la nieve sobre la escala y con más frío que pena me dormí para no molestarlo. Que de dónde iba a suponer yo que se iba a molestar igual. Mejor me quedaba en la silla mirando por la ventana, un poco más ajeno del mundo, con menos caos, un poco con más calor, menos solo, con más tranquilidad, menos malo, con más seguridad, menos borracho, con más pena. Y usted igual se hubiese molestado, pero no preocupado.
Por eso le repito, como por séptima vez, que yo no tomé esos pantalones. Que para qué los iba a querer yo, si con los que tengo me basta, si yo no soy un manilarga amigo de lo ajeno. ¿Cree usted que yo podría pagarle de tal modo? No, no se moleste porque ando en cuclillas, pero es que por aquí deben estar esos pantalones, en alguna parte va a aparecer. Bajo la cama, bajo el colchón, bajo la mesa, bajo el baúl, bajo la silla, bajo sus pies. Quién sabe. Por ahí deben estar. O también es probable que hayan desaparecido porque sí, porque se les dio la gana. Usted me mira con risa de pena, señor, con rabia de lástima. Porque usted es bueno y yo no pude haberle robado, para qué, mire como ando, mire mi miseria, mire mi ebriedad, para qué iba a robar sus pantalones caros con los que pensaba hacer tantas cosas. Era como si usted tomara mi vino y me lo echara por la espalda.
Entonces debo marcharme, porque usted es bueno y sin embargo desconfía de mí. Porque yo soy malo y sin embargo no tomé sus pantalones ni la pollera de la vieja. Porque estoy borracho y sin embargo guardo dignidad. Ni humillado ni ofendido, sólo por respeto debo irme. A mí y a usted.
Y allá afuera está blanco y camino. Y mis pies tocan la nieve y ya morados no sienten nada. Y el ambiente sabe a hambre y desamparo. Y el alcohol sabe a sal para las heridas. Y la muerte se aproxima y retrocede. Una noche, al lado de un alambrado, cubriéndome con mi capotecito del frío peterburgués. Otro día que sabe a mil años y el viento me rasga la piel. Las tabernas se cerraron para mí, las veredas se escondieron para mí, las orejas se congelan y los párpados se caen. Otra noche sobre un puente porque abajo es peor, hipotérmico y moribundo lo recuerdo con cama y techo. Ya de día, ya de tarde, cae la noche y llego a su casa. Lo encuentro esperándome ansioso, angustiado y con una sonrisa. Que la sopa, que el pan con cebolla, que un vaso de vino. No quiero vino. Estás enfermo. Sí, no me siento bien. Y la fiebre y la vida y los recuerdos de la infancia de la calle de los niños de los juegos de alfileres de modistas de la loca de la niña de la madre de los llantos de la historia del pasado de la cruz de Jesucristo de su sangre de mentira de los curas de la iglesia de la ostia del vino, vino, vino, agua ardiente bendita de los cantos de la infancia de la calle de los niños. Y yo lo miro y lo veo a medias y usted no se quiere alejar de mí. Señor, ¿cuánto le darán por mi capotecito? Y usted me mira con risa de pena, con llanto de lástima. Dice que tres rublos y pienso que es poco, para todo lo que me ha acompañado por años. Entonces no aguanto más con la carga de la pena de la culpa del ahogo de la maldad. Cuando yo me muera, quiero que usted lleve mi capote y lo venda, si le cose los agujeros puede que le den más dinero, quizás así pueda recuperar en algo la plata de los pantalones, que yo le robé para comprar alcohol. Y me toca con cariño y su mano es como el cielo. Descansa, hijo, descansa. Y no quiero descansar, no quiero dejar de vivir esta vida de miseria a la que ya me había acostumbrado, y lo miro descubriendo en horas de mi muerte la bondad de lo poquísimo que éramos. Y los ruidos en mi oído hacían bom-bom-bom y la cama era de algodón y todo ardía con mi cabeza. Algo remecía la vida entera y mi capotecito no era suficiente para protegerme. Extendí mi mano para asirme de algo, pero sólo encontró el vacío más rotundo.


(Modificado de "Un ladrón honrado", F. Dostoiewsky)

21 enero 2009

Diálogo No Casual

- ¿Por qué?
- ¿Porqué qué?
- Porqué esto.
- ¿Esto qué?
- Esto que hacemos.
- ¡Ah! No sé.
- ¿Cómo no vas a saber?
- ¿Saber qué?
- Lo que dijiste.
- ¿De qué?
- De lo que te pregunté.
- Filo ¿por qué quieres saber?
- ¿Saber qué?
- Eso.
- ¿Qué cosa?
- Lo que me preguntaste si sabía.
- ¡Ah! No sé.
- No sabes nada.
- ¿De qué?
- De nada.
- ¿Y de verdad crees que la marihuana no te hace ni cosquillas?
- ¿Qué tiene que ver?
- ¿Con qué?
- No sé.
- No sabes nada.
- ¿De qué?
- De nada.
- Ándate a la mierda.
- Eso es lo que quiero.

20 enero 2009

Diálogo casi casual

- se caen los aviones y no se va a caer Internet.
- Pero los aviones vuelan, po
- La weá estúpida
- ¿qué es estúpido? ¿Qué vuelen los aviones, que se caiga Internet, que se caigan los aviones, que no vuele Internet?
- Tu comentario.
- ¿Las preguntas?
- También.
- Weón.
- Pero los aviones vuelan, po… eso es estúpido.
- ¿Por qué? ¿Acaso no vuelan?
- Sí, pero no siempre
- ¿entonces?
- Ese no es el punto
- ¿entonces?
- La comparación, nada que ver una cosa con otra
- ¿entonces?
- Entonces qué, mierda!!!
- Para qué comparas po
- Yo no comparé
- Y a caso se caen los aviones y no se va a caer Internet no es una comparación?
- No, osea, sí… pero no. Puede ser, pero es una comparación en cuanto a caer. Ambos se caen. Pero tú haces una comparación en cuanto a volar.
- Entonces?
- Me estai jodiendo
- No es comparación, es relación.
- Los aviones e Internet no tienen relación.
- De qué tipo?
- De ningún tipo
- Estoy segura que en los aviones hay wifi
- Me estai jodiendo
- Hasta los Talca-París-y-Londres tienen wifi
- Y qué tiene que ver?
- Estoy segura que ese wifi igual se cae.
- La weá estúpida
- Ahhh, estás hablando puras webadas
- Es webadas o wevadas? Con b o con v?
- Qué sé yo
- Deberías saber
- Primero averigua porqué se me cae Internet
- Ya te dije: se caen los aviones y no se va a caer Internet
- Pero los aviones vuelan po
- La weá estúpida

17 enero 2009

Editoriales (Diario El Lector)

El negocio de la frescura

El servicio en sí más las comisiones correspondientes (en la mayoría de los casos sólo la empresa sabe de qué se trata), la deuda en sí más los intereses por darte la facilidad de tener esa misma deuda, más el seguro de desgravamen, más algún seguro que en algunos casos ni el usuario sabe que lo contrató, más el interés de un 1,9% de la deuda total cuando el bolsillo no alcanza para pagar dada cantidad y se atrasa, más el costo de las dichosas cartitas que llegan a domicilio, más el costo de la carta en que te avisan que estás atrasado con la deuda, más el costo por enviarte la boleta o factura a pagar, que en un caso específico fue de $5.800, donde el mismo beneficiario-afectado (ironías) vino hasta el Diario “El Lector” a quejarse, etcéteras y etcéteras (plural).
Es así como las empresas comerciales que nos dan ciertas facilidades para mejorar la calidad de vida, nos cobran no sólo por los beneficios, sino también por el supuesto favor y sus consecuencias.
Quién nos manda a endeudarnos, también. Pero es que a veces la vida misma, la actualidad en sí, las tendencias y otros factores siempre externos, nos van obligando a ponernos al día e ir adquiriendo ciertas cosas que en su momento no suponíamos que no eran tan necesarias y que, de a poco, nos costarían los dos ojos de la cara y un mal rato que nos echaría a perder el día. Pero las empresas siempre tienen la palabra precisa (la sonrisa perfecta) para hacernos titubear y cuestionarnos si es que no seremos nosotros los equivocados, si es que no estaremos haciendo el ridículo al reclamar que estoy debiendo 100 mil pesos que no sé de qué son. Entonces te cobrarían también por el tiempo que le estás haciendo perder a la señorita de nervios de acero.
Y así, suma y siguen los cobros excesivos e infundamentados que empresas comerciales, de telefonía, supermercados, etc., cobran a sus usuarios que de inocentes no tienen mucho pero eso no quita que sean víctimas de intereses ajenos.
Y es que las empresas te inducen al consumismo, pero luego, casi con una autoridad moralista, te castigan por lo mismo.


Todo por dinero

Hay por ahí buenas o malas lenguas que aseguran que el alcohol es la raíz de todos los males. Otros, con argumentos más que suficientes, señalan que no, que el dinero es la principal y destructora raíz. Claro, sin dinero no se puede comprar alcohol. Pero existe el lado opuesto en lo relativamente práctico: también el dinero puede ser la raíz de todos los bienes. Con plata se compran huevos.
Pero cuando se trata de ambición y avaricia desenfrenada, no hay disputa en cuestión.
Desde obsesionados juegos en las famosas máquinas tragamonedas y perseverantes juegos semanales de la lotería, hasta algunos que llegan a pedir dinero en las calles (sin mucha necesidad), a robar a hurtadillas, a asaltar sin importarles nada, a secuestras y a matar... a asesinar a sus padres, a un amigo, a un conocido... son los casos que se han visto en Chile, siempre por lo mismo ¿Qué puede haber actualmente más importante que eso? Por plata la gente trabaja, se desvela, se deprime, y puede llegar a hacer una innumerable cantidad de locuras.
La situación se escapa de las manos de los propios victimarios, su mentalidad y amor por la plata llega a un extremo en que no pueden controlar sus impulsos, todo es permitido cuando se trata de la guerra y el amor por el dinero. Luego, cuando reaccionan y se arrepienten, si es que lo hacen, ya es demasiado tarde para una sociedad que no perdona este tipo de cosas, aunque quizás haría lo mismo en un caso similar. Pero sus ojos se espantan, su boca se llena de inocencia y su conciencia, políticamente correcta, siempre dará a favor de la víctima.
Entonces, en este caso, el principal problema y tema que tratarán psicólogos y psiquiatras, es el desequilibrio emocional de las personas en una situación desesperada, es lo que se ha hecho para conocer la mentalidad de las personas y lo que falta por hacer para que su mal estado no influya en el mundo que estamos formando.


Tierra de artistas

En todas las ciudades existen, sí, pero nadie podrá negar que en Linares se da más que en ninguna otra parte. O, por lo menos, más que en ciudades aledañas. Payasos en zancos paseando por la plaza, malabaristas haciendo su show aprovechando la luz roja del semáforo, mimos expresando su amor a los transeúntes, individuos con implementos extraños haciendo performance en la calle, etc. Ya no nos parece extraño, pero el punto es por qué.
Linares por años se destaca silenciosamente por ser tierra de poetas, de pintores, escritores, actores, músicos. Amantes y aficionados a las artes. Esto se puede dar por varios factores, principalmente por jóvenes que se van a estudiar fuera de la ciudad y vuelven con ganas de hacer cosas nuevas, distintas, con la prejuiciosa y ya cliché creencia de que ‘en Linares nunca pasa nada’.
Y será, tal vez, porque Linares efectivamente es una tierra de soñadores y talentosos. Da a luz hijos ingeniosos, con afanes intelectuales, con aspiraciones artísticas, pero luego se los entrega en adopción a Talca, Chillán, Concepción, Santiago, Punta Arenas, etc., pues no tiene espacios para criarlos y ayudarlos a desarrollarse. Son esos hijos bastardos de Linares los que llenan de color y movimiento el verano, cuando vuelven a su ciudad natal, para luego marcharse, murmurando entre dientes que nadie es profeta en su tierra.
Se alejan en busca de apoyo y oportunidad, y ni siquiera pagamos pensión alimenticia. Los estamos perdiendo y llegará el momento en que, si sus esfuerzos dan frutos, ni siquiera reclamen por su apellido.

Bien común / mal común

Todas las esperanzas de una ciudad mejor, la gente común y corriente las coloca en las nuevas autoridades, especialmente ahora que están nuevecitos en sus cargos y con toda la buena voluntad (es de esperarse). Que la basura, que los perros vagos, que espacio para la cultura. Temas interminables en Linares y para los que sólo se necesita un poco más de unión y de conciencia social.
El alcalde y los concejales no son semi-dioses con la capacidad de resolver los problemas de un día para otro. Una casa no se ordena sola, pero tampoco permanece ordenada si unos cuantos limpian y el resto hace lo contrario.
Los ciudadanos somos todos hermanos, hijos de Linares, y debemos preocuparnos de mantener la ciudad en orden, lo que se consigue no sólo con un poco más de conciencia, sino también con el aporte de cada uno. Si nos molesta la basura, no ensuciemos y no permitamos que otros lo hagan. Si nos preocupa el tema de los perros vagos, no dejemos a nuestras mascotas en la calle, convirtiendo en un problema comunitario lo que podría ser una grata compañía. Si queremos arte, valoremos lo que tenemos en la ciudad y no estemos en espera de algo reconocido nacionalmente, dejando de lado a los tantos linarenses con ganas de expresarse artísticamente. Si ‘la sociedad actual es tan individualista’, acerquémosnos a nuestros vecinos y creemos lazos empáticos, no nos quedemos de brazos cruzados cuando veamos sufrir al resto, no le demos la espalda a alguien que ha cometido un error ni hagamos leña del árbol caído. Pero, más aún, no botemos nosotros mismos esos árboles.
La vida en sociedad está llena de reciprocidades, todos necesitamos de todos, nadie puede subsistir solo. Acción-reacción, estímulo-respuesta, causa-efecto. El bien común es comunitario (valga la redundancia), y si lo que se logra es mal común todos seremos víctimas de aquello.
No le dejemos todo a las autoridades, como pequeños niños que ante cada dificultad van donde la mamá para que se las solucione. Somos nosotros los protagonistas y los principales actores de una ciudad mejor.


Conciencia, señores, conciencia

Los desgarradores testimonios entregados por las madres de las niñas fallecidas en un accidente de tránsito, es para hacernos pensar como sociedad sobre las consecuencias que pueden tener nuestros actos, algunas de ellas fatales.
Cuando visitaron Diario “El Lector” tres madres de las cuatro menores muertas a raíz de un accidente ocurrido en junio pasado camino a Panimávida, dieron a conocer el gran dolor que les causaba no sólo la pérdida de sus hijas, sino que éstas hayan fallecido de manera tan injusta, cuando a penas empezaban a vivir y a causa de una irresponsabilidad ajena.
Frases como “somos personas que estamos envueltas en máscaras de hierro”, “la justicia qué quiere ¿que yo vaya y le dé un tiro o que me suicide?”, “si yo contara cómo estaba mi hija, con su cuerpecito todo quebrado”, “una como mamá se sacrifica tanto por sus hijos y que de la noche a la mañana mueran de esta manera, es muy difícil de entender”, “yo vivía con la muerte de la mano, pero tenía la esperanza que mi hija siempre iba a estar conmigo”, dejan ver el dolor y la impotencia de estas madres, al saber que sus niñas no merecían morir de esa manera, que no es justo que por la irresponsabilidad de uno, tengan que pagar sus hijas, ellas y toda la familia.
Hasta el cansancio se ha dicho que hay que ser prudentes para conducir, hay que tener conciencia de que no estamos solos en el mundo y que las consecuencias de nuestros actos la pueden pagar personas inocentes. Hasta cuándo sucederá este tipo de cosas, qué más necesitan las personas para actuar con mayor prudencia.
Carabineros fiscalizan y sancionan, las autoridades hacen llamados y amenazas, las instituciones entregan volantes y consejos. Si vas a tomar, entrega las llaves; si vas a conducir, no bebas. Es que al parecer, el alcohol también inhibe la inteligencia de los humanos, no sólo sus capacidades motrices.
¿Cuántas madres más tendremos que ver destruidas para que todos tomemos conciencia de esto y actuemos con prudencia?
Anda, vuelve a ser inteligente: piensa en tu prójimo.

Pudores de Chile

“¿Y tú cuánto ganas?”. Cri – cri- cri. “Lo suficiente”.
“¿Qué haría usted si supiera que se va a morir mañana?”. “Es una pregunta muy difícil de responder”.
“¿Conoces a alguien que tenga sida?”. “Está penado por la ley revelar eso, incluso preguntarlo”.
“¿Y cómo fue que murió tu abuela?”. “Es un tema bastante delicado y familiar”.
“¿Por qué quedaste repitiendo?”. “Los profesores me tienen mala”.
Y así, suma y siguen los temas que a la mayoría de los chilenos les cuesta tocar por un inexplicable pudor heredado ya desde hace muchos años.
El más recurrente de todos, es el tema del dinero, es algo que importa, pero que nos duele, que toca nuestro sensible orgullo, especialmente en una región donde los sueldos suelen ser bajos. Resulta de mala educación y mal gusto preguntarle a una persona cuánto gana. Y nunca dan una respuesta concreta: “un poco más del mínimo”, “sueldo base más comisión”, “lo normal - lo suficiente - bastante bien”. Nos cuesta decir “180 lukitas líquidas” y quedarnos semidesnudos a los ojos del resto.
Otro tema que, de hecho, es bastante delicado y, por mucho que uno tenga sentimientos verdaderos, a veces da miedo preguntar, es todo lo relacionado con la muerte. Es que el sufrimiento en este tipo de casos le da como cierto derecho al deudo a reaccionar como quiere. Y en el resto de las personas nace un tipo de recato en el que les preocupa tocar una herida abierta
Qué decir de todo lo relacionado con el aspecto sexual: “¿Cómo lo pasaste anoche?”. “No seas desubicado (a) – un caballero no tiene memoria – oye, eso es algo íntimo”. Y efectivamente es algo bastante íntimo y el que se llevó la parada de carros, cuando algún curioso le haga una pregunta similar, dará la misma respuesta.
Entonces se amplía el terreno de la llamada intimidad, dentro de una burbuja que cada vez está siendo más fácil romper, pero que algunos siguen guardando con recelo.
“¿Por qué no publicas lo que escribes?”. “Porque se revelarían datos de mi vida personal que no quiero que se manoseen, sería como mostrar la planta del pie en público”. Qué literario.

14 enero 2009

Terminemos con las Obras Maestras

Terminemos con las Obras Maestras



¿Quién es?
¿De dónde vengo?
Soy Antonin Artaud
y que lo diga
como sé la declaración inmediatamente
verán mi cuerpo actual
volar en resplandores
y recogerse
bajo diez mil de aspectos notorios
un nuevo cuerpo
dónde no podrán
más nunca olvidarme.


“Que los poetas muertos dejen lugar a los otros” (El Teatro y la Cultura), es una de las tantas propuestas que Antonin Artaud, escritor, dramaturgo, actor y ensayista francés, hace acerca no sólo de la literatura, sino de todo lo relacionado con el arte y, especialmente, el teatro. Artaud rechaza las obras snob y elitistas, planteando que éstas deben llegar y ser entendidas por el vulgo.
Antonin Artaud es autor de una vasta obra que abarca la mayoría de los géneros literarios, utilizándolos como camino hacia un arte absoluto y total. Sin embargo es más conocido como el autor del Teatro de la Crueldad, noción que ha ejercido una gran influencia en la historia del teatro mundial.
En este aspecto, Artaud propone dejar de admirar las obras maestras sólo por una presión social-cultural-intelectual o su aspecto esteta, enfatizando que éstas sólo pertenecen a una clase elitista que poco sabe del arte real y más de apariencias artísticas.
“Debemos terminar con esa idea de las obras maestras reservadas a una supuesta elite, y que la multitud no comprende, y debemos decir que no hay para el espíritu barrios reservados como ocurre para las relaciones sexuales clandestinas” (Terminemos con las Obras Maestras, El Teatro de la Cultura).
“Las obras maestras del pasado son buenas para el pasado: no son buenas para nosotros. Nosotros tenemos derecho a decir lo que ya ha sido dicho y lo que no ha sido dicho de una manera que nos pertenece, una manera inmediata, directa, que responda a las maneras de sentir actuales, y que todo el mundo pueda comprender.
El idiota reprocha al vulgo acusándolo de no tener sentido de lo sublime, cuando lo sublime se confunde con una de sus manifestaciones formales, que por otro lado son manifestaciones muertas. Y si, por ejemplo, en la actualidad el vulgo no comprende Edipo Rey, me atrevería a decir que la culpa es de Edipo Rey, y no del vulgo.
… ese conformismo que nos hace confundir lo sublime, las ideas, las cosas con las formas que han tomado a través del tiempo y de nosotros mismos… en nuestra mentalidad de snob, de preciosistas, de estetas, y que el público ya no comprende”.
Claro, esto mismo se fundamente precisamente en el título de una de las obras más conocidas de Antonin Artaud, “El Teatro y su Doble”. ¿Cuál es el doble del teatro, según Artaud? El público mismo. Para este autor, no se debe colocar la obra de un lado y el público del otro, casi como entes antagónicos, sino hacer del público una extensión de la obra, de la vida misma, una parte activa de ésta que no se limite ni se cierre en ciertos grupos de entendidos. Un teatro democratizado, una cultura politizada, una literatura basada en la teoría del lector.
En contraposición a Shakespeare, Artaud rechaza rotundamente la inmiscusión de la psicología en el arte, acusándolo de contaminar la obra en sí, dejando que todo misterio sea revelado mediante esta ciencia, matando de a poco la esencia de la obra. “Me parece que el teatro, y nosotros mismos, debemos terminar con la psicología”, plantea Artaud.
Por otra parte, el escritor también quiere que se le dé importancia a todo lo que comunica dentro de la obra, que no es exactamente el lenguaje o el texto (de hecho Artaud quiere asesinar el texto porque dice que limita la vida misma), sino más bien a todo lo despojado del lenguaje fonético, que enuncia y comunica. A esto le llama “sombras”. Las sombras son para Artaud símbolos multisignificativos, que están insertos implícita e inevitablemente en una obra. “Tanto para el teatro como para la cultura, queda abierta la cuestión de nombrar y dirigir las sombras: y el teatro, que no se fija en el lenguaje ni en las formas, destruye por ese hecho las falsas sombras, pero prepara el camino para otro nacimiento de sombras en torno de las cuales se congrega el verdadero espectáculo de la vida. Destruir el lenguaje para tocar la vida es hacer o rehacer el teatro, y lo importante es no creer que ese acto debe seguir siendo sagrado, es decir, reservado. Lo importante es creer que cualquiera puede hacerlo, y que hace falta una preparación”.
Pese a esto, actualmente se sigue viendo la preferencia por las llamadas obras maestras del pasado, porque si son obras maestras quiere decir que trascienden en época, cultura y tendencias. Se llenan estantes y salas de colecciones con obras de antiguos creadores que pasan a la historia y que sólo pueden pertenecer a la clase elitista que Artaud tanto reprochaba, sin dejar espacio a los nuevos pintores, escritores, dramaturgos o pensadores. Habría que analizar si no es que el mismo Antonin Artaud, debido a la importancia de sus palabras, no se ha convertido también en un gusto snob de los delicados paladares intelectuales.

Citas de Artaud

Ø “Defender una cultura cuya existencia jamás ha salvado a un hombre de la preocupación de vivir mejor o de no tener hambre, no me parece tan urgente como extraer de la llamada cultura ideas de una fuerza viviente idéntica a la del hambre”.

Ø “Juzgamos a alguien civilizado según el modo en que se comporta, y piensa como se comporta; pero ya en la palabra civilización aparece la confusión: para todo el mundo, alguien civilizado y cultivado es un hombre modelado en base a sistemas, que piensa en sistemas, en formas, en signos, en representaciones. Es un monstruo que ha desarrollado hasta el absurdo esa facultad que tenemos de derivar pensamientos de nuestros actos, en vez de identificar nuestros actos con nuestros pensamientos”.

Ø “Los dioses que duermen en los museos: el dios del Fuego con su pebetero que recuerda al trípode de la Inquisición; Tlaloc, uno de los múltiples dioses del Agua, con su muralla de granito verde; la Diosa Madre de las Aguas; la Diosa Madre de las Flores; la expresión inmutable y que suena, bajo varias capas de agua, de la Diosa del vestido verde jade; la expresión arrobada y dichosa, el rostro crepitante de aromas, donde los átomos del sol rebotan, de la Diosa Madre de las Flores; esa especie de servidumbre obligada de un mundo donde la piedra se anima porque ha estado trabajada como se debe, el mundo de los civilizados orgánicos, quiero decir en el que los órganos vitales también salen de su reposo, ese mundo humano entre nosotros, que participa de la danza de los dioses, sin volverse ni mirar atrás, bajo la pena de convertirse, como nosotros mismos, en estériles estatuas de sal”.

Ø “Es duro cuando todo nos impulsa a dormir, mirando con ojos pegados y conscientes, a despertarnos y mirar como en sueños, con ojos que ya no saben para qué sirven, y cuya mirada está vuelta hacia adentro. Es sí que la idea extraña de una acción desinteresada se produce, pero esa acción, de todos modos, es más violenta e invita a la tentación del reposo”.


Una Definición: Teatro de la Crueldad

El Primer Manifiesto del Teatro de la Crueldad se publica en el año 1932 en la revista "Nouvelle Reveu Francaise". La dirección de la revista estaba a cargo del poeta Paul Valéry, el escritor André Gide y Jean Paulhan. Precisamente en una carta dirigida a este último Artaud especifica el concepto de Crueldad:
"Querido J. Paulhan:
La crueldad es sobre todo necesidad y rigor. La decisión implacable e irreversible de transformar al hombre en un ser lúcido. De esta lucidez nace el nuevo teatro. Todo nacimiento implica también una muerte. Para dar origen a mi "crueldad" será necesario cometer un asesinato. Hay que asesinar al padre de la ineficacia en el teatro: el poder de la palabra y del texto. El texto es el dios todopoderoso que no le permite al verdadero teatro nacer. Al atentar contra la palabra, atentamos contra nosotros mismos. Hasta ahora, es el lenguaje verbal aquello que nos permite comprender al mundo. Y lo comprendemos mal. Al asesinar al lenguaje verbal, estamos asesinando al padre de todas nuestras confusiones. Por fin seremos libres. Esto vale no sólo para el teatro. Seremos hombres libres en todo aspecto de nuestra vida.
Antonin Artaud"

“Teatro de la Crueldad quiere decir teatro difícil y cruel, en primer lugar para mí mismo”.
“No creo que podamos reavivar el estado de cosas en el que vivimos y no creo que valga la pena fijarse en ese estado, sino que propongo algo para salir del marasmo en vez de continuar gimiendo por ese marasmo y por el tedio, la inercia y la necedad de todos”. (El Teatro y su Doble).