30 enero 2009

La cara seca, el sueño fruncido (ceño fruncido), la mandíbula dolorosa, los ojos morados, azules como la angustia, como el arrepentimiento (como el arrepentitiempo), como el haber entregado algo valioso y quedar con la mano estirada. Nadie recibió nada, nadie miró siquiera.
Con las piernas con dolor por el en cuatro, por el abajo, por el arriba. Sí, por eso.
Y la comesura de los labios tiesas por la saliva seca, los labios mismos partidos, con gusto a sangre, a salsa de soya, a salsa de ajo, a sudor de tu piel. A tu piel.
Queda un cigarro. El vuelto te lo quedaste tú.
Con los ojos con más que cansancio, con un poco de furia, de esa que dijiste que hay menos en el infierno que en los ojos de una mujer. Una mujer des-pechada. Nunca tuve tantos pechos. Soy de senos precarios.
Y la lengua con gusto a tabaco, eso no lo sé, lo presiento. Sé pocas cosas y me siento menos que eso. Me siento poca-cosa, pero más-persona. Aunque se haya frustrado un orgasmo que pudo haber sido multiorgásmico. Aunque se haya pasado la hora sin darnos las 10 ni las 11, las 12 ni la una ni las 2 ni las 3. Sin que desnudos al anochecer nos haya encontrado la luna. Aunque haya sido la copiloto de una conversación superficial, de una lengua trabada, de una traba lenguada. Aunque no haya cobrado.
Con la panza suelta, con estrías que de tan atrevidas y burdas llegan a ser sexys, con una sangre de octubre que se subió a mi cerebro, con el cerebro de agosto que me bajó al ombligo, con las trancas de siempre, con las huidas de siempre. "Me voy, me vengo, no estoy, se fue, se vino, no está", Suena multiorgásmico y no es más que multicobardía.
No es más que nosotros dos en lo que nunca fueron 365 días multiplicados por 4 y divididos por cinco pololeos malhechos, 290 canas al aire, dos hijos, seis infidelides, unas cuantas revolcadas mutuas dignas de publicarlas en El Revolcón, cuatro universidades distintas y 35 llamadas telefónicas sin contestar.
No es más que nosotros dos no queriéndonos rendir para no quedar sin pan ni pedazo ni mermelada ni caviar ni vino tinto en caja. Para no quedarnos sin una noche de lluvia en medio de alaridos y reproches, de ojos en la ventana, de exhibición en la ventana.
Ahora sin ventanas y con alrededor de 365 días más, multiplicado por 2, que se dividirán por un sinfin de 'me voy, me vengo, no estoy, se fue, se vino, no está, ándate a la mierda y eso es lo que quiero".

No hay comentarios.: