02 marzo 2009

Arenas movedizas

Todo anda perfectamente mal.
Bien, qué más da. Tengo lo que debería desear.
Bien, qué más da. El mundo no se resentirá por un nuevo paso en falso.
Por suerte que todavía sigo teniendo sed. Por suerte que me estoy volviendo loca por haberme negado a un polvo. Suerte la mía, de que me sigan doliendo los ojos y picando la espalda. Suerte que no me quede ningún puto cigarro mientras el encendedor, impaciente, hace tic-tac-tic-tac. Suerte-que-en-el-sur-haya-nacido y que todas las mañanas se me congelaran los piés, las manos y la nariz. Pero eso no me creó anticuerpo. Eso no me hizo inmune ante el cambio de los cambios. Eso no me hizo perder capacidad de asombro ante la muerte y ante la ausencia. Pero bien, qué más da. Si existe una sepultura y de vez en cuando hay que llevar Lilium o flores caras.
Hay que mejorar lo bueno.
¡Cuidado! Que en el próximo paso puedes pisar mierda, o doblarte un pié, o arruinar el juguete de un niño.
Él se fue, tú te fuiste, ellos se fueron. Yo me quedo, como siempre. Los cambios son siempre dentro del mismo metro cuadrado.
Pero vi gente sonreír esta mañana. Pero esta mañana vi gente sonriendo. Fila, espera, sueño, bulla. Y todos miraban arriba-y-cruzado: todos sonreían viendo la tele. Pocas veces en mi vida he visto un cuadro más conmovedor.
Y este verano, que debió haber sido naranja, terminó siendo limón.
Estoy mal, pero, probablemente, cuando el pececito furioso me muerda la cara, se me olvide por un rato.
.....
Y, no quiero volver a repetirlo... pero eso es lo que quiero.

1 comentario:

José Luis M. dijo...

Escrito concreto, encomiable, fugaz y al mismo tiempo ácido.
Ubérrimo en los tratos del lenguaje.

abrazos Masiel.